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miércoles, 8 de junio de 2011

(CRÓNICA) Una tarde en el Museo

   "Tres entradas, por favor". Así comienza la visita al museo etnográfico de la facultad de filosofía y letras, ubicado en la calle Moreno 350. Al ingresar, más grupos de estudiantes y turistas entran y salen del museo, maravillados por tal despliegue de piezas, testificando la cultura de aquellos primeros pueblos originarios. Todos ellos dispuestos a comenzar una aventura a través del tiempo.
   A las 16:00 hs. comenzó la visita guiada. Ingresamos a la primer sala y podemos apreciar diversos testimonios sobre aquellas primeras personas que se encontraban a finales del siglo XIX. "Entre el exotismo y el progreso" comenzó a informar el guía, "Todas estas piezas son consideradas valiosos tesoros ya que presentan una gran diferencia en cuanto a la cultura de Europa occidental".
   Seguimos avanzando, los flashes de cientos de cámaras seguían apareciendo y desvaneciéndose, iluminando la nueva exhibición ante nuestros ojos: "De la Puna al Chaco, una historia precolombina". Caminábamos dentro de la historia social prehispánica, que se inició hace más de 10.000 años, en lo que los arqueólogos llaman el noroeste argentino. En una esquina se encontraban
los testimonios más tempranos, como son la domesticación de plantas y animales entre los grupos cazadores recolectores, mientras que en el otro rincón, veíamos el período de la rebeliones indígenas frente a la invasión de los españoles a mediados del siglo XVI. El tiempo corría en el pasado, nos dirijíamos hacia las próximas salas.
   Todas ellas infinitamente interesantes. Sin embargo, nuestros pasos se detuvieron frente a  "A través de la lente: encuentro con los pueblos indígenas en el Chaco". Tanto de las paredes, como de los techos, cuelga una serie de imágenes acerca de la vida cotidiana de estos pueblos: los procesos de quiebre de su vida tradicional como la evangelización y el trabajo en los ingenios azucareros tomadas por el señor Palavecino entre 1927 y 1949, contrastando con algunas fotografías actuales, acomodadas más allá.
Los minutos seguían avanzando y no entendíamos por qué la gente se demoraba tanto. Cinco minutos, recorriendo nuevamente la historia con los ojos, nos tomó para llegar al centro de atención. Hacia el final de la sala, por la esquina izquierda se escapaba un pasillo de no más de 10 pasos. Así es como nos topamos con lo más atractivo del viaje: pantallas con materiales audiovisuales de diverso origen ocupaban este nuevo escenario; a la derecha, registros fílmicos originales de Palavecino, por la izquierda veíamos registros de una visita de miembros actuales de estas comunidades al Museo Etnográfico y los documentales de la Colección de Pueblos Originarios producidos por el Canal Encuentro ocupaban el centro. 
   Ya se aproximaban las 19hs, con lo cual, decidimos emprender la vuelta al presente.
   Finalmente, las exposiciones del Museo se despiden tanto de los turistas y estudiantes, como de la luz del día, habiendo completado su objetivo. No sólo el de haber informado a los argentinos sobre sus antepasados, sino el de haber podido permitir que las personas ingresen en cada sala viviendo e imaginando cada momento histórico como por arte de magia.

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